La economía después del Fin de la Historia
Fontana Josep, La Historia después del Fin de
la Historia, Crítica Barcelona
Entre todas las disciplinas, la
historia es la más despreciada por muchos científicos, y acorralados, los historiadores a veces prefieren
refugiarse en la economía u otras ciencias sociales.
El complejo
de inferioridad de los historiadores se vio aumentado por el feroz ataque de
Popper en La Miseria del Historicismo,
en especial a partir de 1957, cuando lo sintetizó en un juego de “cinco
proposiciones” cuya elementalidad tenía la virtud de hacerlo fácil de entender
hasta por los más tontos.
Fontana cuenta que entre el nazismo y
la decepción por el marxismo, la historia perdió muchos adeptos, al grado que
en su libro Allegro ma non Troppo, Cipolla (Barcelona, Crítica 1991)
responde con ironía a quienes abrazan el cientificismo como la única respuesta.
La inutilidad de este cientificismo resulta
más patética aún cuando nos damos cuenta de que el afán por imitar
mecánicamente los métodos de otras disciplinas responde a concepciones de la
ciencia completamente superadas.
Y es que la Ciencia supone factores
iguales que darían resultados determinados, pero la historia se basa en matemáticas
del caos, que no se pueden medir, como tampoco la estupidez humana, o en el
caso contrario, la creatividad con la que las personas resolvemos problemas
iguales con estímulos diferentes.
Uno de los métodos que se intentó
para reducir la historia es la teoría de conjuntos y de esta práctica la “matematización”.
El
determinismo y la injustificada fe en la capacidad predictiva de la ciencia, correspondían a un mundo de abstracciones,
pero no se ajustan al de la realidad tal y como la experimentamos
Citando a Ilya Prigiogine, Fontana invita
a abandonar el mito del conocimiento completo y a perder el respeto a las
ciencias más duras, como se supone que es la economía.
Donde se encuentran la economía y la
historia es en la Cliometría; pero la realidad social y la etnohistoria son
mucho más complejas que la suma de cifras, o la secuencia de números primos.
Más cuando se deja atrás la idea de
que la historia es una línea ascendente que nos lleva hacia el progreso.
Historia Económica, no es lo mismo
que Economía Histórica, pero las cosas se complican con los que piensan en
inglés, pues economic history, define
a la primera e historical economics a
la segunda.
Las variables de la historia son
tantas que no pueden predecir resultados (tampoco lo hacen los economistas, a
pesar de los números duros)
La teoría económica no puede explicar
los actos humanos colectivos, ni siquiera cuando se refiera únicamente a los
datos económicos.
Fontana pone como ejemplo los
préstamos “irresponsables” a países que jamás podrán devolverlos. Ya en esto
nos da una idea de la falta de comprensión de la realidad de los tecnócratas más calificados pues la
realidad es que estos nunca deben suponer que esos préstamos son otorgados con
la intención de que algún día se devuelvan, sino por el contrario, de someter a los pueblos a deudas eternas que
permitan su sojuzgamiento y dominio por siempre jamás.
Y he aquí una razón más para explicar el eterno fracaso de las
predicciones
económicas. La teoría dice: más recursos y menos gasto, igual a
más desarrollo.
La historia dice: menos gasto corriente, menos educación, entonces más
mano de obra barata y más explotación y desigualdad.
¿Ya coincidirá el lector con este reseñador en que la economía es la
hija bastarda de la historia?
Pero regresando al análisis de Fontana: dice que también los
historiadores suelen decir a los economistas lo que estos quieren oír, que los
procesos de cambio son simples.
Tan simples, y regresamos al caso mexicano, que pasan las décadas y
seguimos creyéndoles a los conservadores y sus estúpidas teorías de “apretarse
el cinturón”, o el “estado obeso” o la “autorregulación del mercado sabio”.
La conclusión a la que habrá que
llegar es que los fenómenos sociales son demasiado complejos como para esperar
que puedan ser analizados satisfactoriamente, ni con el instrumental
relativamente simple, aunque preciso de la econometría, ni con el más amplio y
vago de la historia tradicional.
Pero no se crea por estas divagaciones sobre el libro de Fontana que
despreciamos a todos los economistas. Hay algunos muy sabios, como don Jesús
Silva Herzog, el hombre que hizo el examen técnico que llevó a la expropiación
petrolera.
Él concluyó que la economía debía estar al servicio del hombre, y cuando no le sirviera, mejor tirar la economía y quedarse con el hombre.
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