Diario de un Reportero Ramsés Ancira El pasado fin de semana tuve un sueño basado en hechos reales. Alguien criticaba a José Luis Cuevas y yo le decía mi opinión en contrario: él era un tipo encantador. Que yo lo había entrevistado, y más allá de su trabajo como pintor, había sido un sujeto del que había aprendido mucho. Que por la columna periodística que el escribía, Cuevario me había enterado de las mujeres con capacidad de eyacular, experiencia que, él me contó, había buscado a partir de que lo leyó en los libros de Xaviera Hollander, en los sesentas o setentas del siglo pasado. El lunes tres de julio como a las 10 de la noche recibí un Whats App de mi amigo Joaquín Berruecos, fundador de Kathedra.org en el que me contaba que había hecho un video respecto de una de las obras de Cuevas, y que lo difundía en su homenaje. Fue en ese momento cuando me enteré de su muerte y recordé el sueño donde, por cierto, todo lo esencial es verdad. José Luis Cuevas me recibió