Diario de un Reportero
El Sol de México, un periódico sin más fin que extorsionar
Por Ramsés Ancira
Nunca en más de 40 años de carrera tuve un trabajo peor que el del Sol de México, trabajaba siete días a la semana y me pagaban seis, había que dar mordida al sindicato para que tramitaran el primer sueldo después de meses. A los directores de los diarios de provincia les decían que no se preocuparan, que apenas ocuparan su oficina recibirían un automóvil y un sueldo del gobernador correspondiente. No hay que olvidar su historia: fue regalado por Luis Echeverría a Mario Vázquez Raña, quien también era dueño del Comité Olímpico Mexicano.
Cuando me iba, me dirigí a darle las gracias al jefe de información, Efraín Salazar; él me pidió que si podía hacer la guardia nocturna, me dio pena por lo intempestivo de mi renuncia y le dije que sí, pero a los dos minutos me di cuenta de que me costaría más el taxi para regresar a casa que lo que ahí me pagaban por dos días de trabajo... además de que no me lo iban a pagar.
Al salir, hablando a voz en cuello por el teléfono a la redacción que me acababa de contratar, dije que El Sol, más que un medio era una mafia, que su sindicato (blanco) era vergonzoso y que me alegraba salir de ahí de inmediato. Toda la redacción me escuchó sin decir palabra. Algunas reporteras que cobraban comisión por la publicidad oficial, me veían con disgusto, otras con admiración, pero nadie se atrevió a decir una sola palabra. Yo no condeno a las reporteras enviadas por la redacción a la conferencia de Gatell a buscar confrontación, las compadezco y me parecen víctimas de violencia de género y violencia laboral.
Cuando me iba, me dirigí a darle las gracias al jefe de información, Efraín Salazar; él me pidió que si podía hacer la guardia nocturna, me dio pena por lo intempestivo de mi renuncia y le dije que sí, pero a los dos minutos me di cuenta de que me costaría más el taxi para regresar a casa que lo que ahí me pagaban por dos días de trabajo... además de que no me lo iban a pagar.
Al salir, hablando a voz en cuello por el teléfono a la redacción que me acababa de contratar, dije que El Sol, más que un medio era una mafia, que su sindicato (blanco) era vergonzoso y que me alegraba salir de ahí de inmediato. Toda la redacción me escuchó sin decir palabra. Algunas reporteras que cobraban comisión por la publicidad oficial, me veían con disgusto, otras con admiración, pero nadie se atrevió a decir una sola palabra. Yo no condeno a las reporteras enviadas por la redacción a la conferencia de Gatell a buscar confrontación, las compadezco y me parecen víctimas de violencia de género y violencia laboral.
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