Ameyalli Omega Trejo Cuevas
Jonathan Dancy, “Conocimiento” en Introducción a la Espistemología contemporánea; la “Fenomenología del conocimiento” de García Morente en Lecciones preliminares de la Filosofía; y “La historia y la verdad. Las cuatro relaciones del conocimiento” de Nicol Eduardo en Los principios de la ciencia
Jonathan Dancy |
Abordando
de inicio el texto de Jonathan Dancy el autor expone el “análisis tradicional
del conocimiento” que define a éste como creencia verdadera justificada.
En
este análisis entonces, lo que se pretende es que sea la justificación lo que
dé veracidad y no sólo la creencia.
Explica
entonces la definición tripartita que mantiene que a sabe que p si y sólo si:
1. p ; 2. a cree que p ; 3. La
creencia de a de que p está justificada.
El
punto en seguida es cuestionar la definición tripartita y comienza esto
pensando desde un inicio que la cláusula 2 es insuficiente: pues creer no es
tan fuerte como estar seguro de.
En
seguida, para seguir cuestionando la definición tripartita, el autor expone
“Los contraejemplos de Gettier” quien argumentó que el análisis tripartito es
insuficiente pues puede que alguien no sepa algo, aunque las tres cláusulas
pertinentes se satisfagan.
En
un contraejemplo de Gettier, a tiene una creencia justificada pero falsa, de la
cual infiere la creencia justificada en algo que de hecho es verdad, llegando
así a una creencia justificada y verdadera que NO ES CONOCIMIENTO.
El
autor entonces hace un esfuerzo por buscar una respuesta a Gettier, esto bajo
el sentimiento de que puede ser posible encontrar un análisis de lo que sea el
conocimiento que tenga un efecto sustancial sobre lo que se dirá más tarde
respecto a la justificación.
Encuentra
entonces que una respuesta es conocer lo que hace falta al análisis tripartito
y añadir la cuarta condición de que no puede ser conocido nada que se haya
inferido de una creencia falsa, o de un grupo de creencia entre las que haya
una falsa.
En
cuanto a la refutabilidad, el autor escribe que para que haya conocimiento,
requeriremos que la justificación no sea refutable, que no haya verdades cuya
adición pudiera refutarla. Lo que se necesita para que haya conocimiento es una
justificación irreprochable.
Al
carecer de esta justificación irreprochable lo que sucede es que en la manera
en que las nuevas verdades pueden ser añadidas, poco a poco, pueden destituir
la justificación existente, mientras ulteriores verdades todavía esperan en el
trasfondo para destituir las destituyentes. Al final, la paulatina adición de
verdades da y quita conocimiento.
Tomando
esto en cuenta, lo que se pretende es que al creer algo, lo que estamos
creyendo es que, cuando se añadan todas la verdades, nuestra justificación
todavía se mantendrá.
Entonces
se requiere de un método fiable, en el sentido de método apropiado, que nunca
nos lleve a una creencia falsa. El problema es que si requiere un método
infalible o perfectamente fiable, el conocimiento es imposible. Podría decirse
entonces que el conocimiento puro es totalmente imposible y a lo que más
podemos aspirar es a un conocimiento parcial.
Pasa
por último a la “Teoría causal” donde nos topamos con el problema del
conocimiento universal o el conocimiento por inferencia: Creencias causadas por
algo “comprobado”. En este caso son los hechos los que causan las creencias y
sólo de esta manera están justificadas.
Así
que esta crítica deja abierta la posibilidad a que con una teoría causal del
conocimiento y la tesis de que una creencia está justificada si y sólo si, en
el caso de ser verdadera, produciría conocimiento.
En
la siguiente lectura “Fenomenología del conocimiento” de García Morente, de
entrada se habla de la actitud idealista y de cómo, como sujetos, nos acercamos
a los objetos.
Puesto
que a las cosas no llegamos sino a través del pensamiento, el pensamiento de
ellas nos es más próximo; no ya más próximo, sino que es nosotros mismos
pensando.
Estas
reflexiones previas, la duda, la necesidad de dudar, de la posibilidad de dudar
del objeto, de la imposibilidad de dudar del pensamiento mismo, de la
inmediatez del pensamiento y en cambio de la mediatez del objeto; llevan a que
todo pensamiento garantiza mi propia existencia, porque en cualquier
pensamiento estoy yo presente, está presente la realidad existencial de mi
propio yo.
Una
tesis importante en este escrito es que todo pensamiento pretende conocer el
objeto.
En
seguida se plantea la cuestión de definir ¿qué es el conocimiento?, la
respuesta es una descripción fenomenológica.
Escribe
que encontramos como primeros elementos en el conocimiento el sujeto pensante,
el sujeto cognoscente y el objeto conocido. Todo conocimiento ha de ser de un
sujeto sobre un objeto. Para el conocimiento es indispensable la pareja sujeto cognoscente-objeto
conocido. El conocimiento es siempre esa dualidad.
Comienza
entonces a explicar la relación doble entre ambos siendo ésta que el sujeto es
sujeto para el objeto y en que el objeto es objeto para el sujeto, no puede
pensarse el uno sin el otro ni el otro sin el uno.
La
correlación con respecto a que sujeto, en el conocimiento, no tiene sentido si
no es por contraposición a objeto y al contrario. La relación es una
correlación.
Pero
además es una correlación irreversible, pues cada uno es lo que es y no hay
posibilidad de que el objeto se convierta en sujeto o el sujeto en objeto.
Siguiendo
esta explicación, agrega que el sujeto sale de sí hacia el objeto. Lo que hace
al salir de sí mismo para hacerse dueño del objeto es captar el objeto mediante
un pensamiento. El objeto por su parte, va hacia el sujeto, se entrega a él en
forma y produce una modificación en el sujeto, modificación que es el
pensamiento.
El
pensamiento, visto desde el sujeto es la modificación que el sujeto ha
producido en sí mismo al salir hacia el objeto para apoderarse de él; y visto
desde el objeto, es la modificación que el objeto, al entrar en el sujeto, ha
producido en los pensamientos de éste. EL OBJETO NO CAMBIA, EL SUJETO QUE LO
PIENSA, SÍ.
El
objeto determina al sujeto, y esta determinación del sujeto por el objeto es el
pensamiento. Puede decirse entonces que el objeto es trascendente con respecto
al sujeto.
En
seguida aborda la verdad, definiendo que la verdad del conocimiento consiste en
que el conocimiento concuerde con el objeto: consiste en que la relación de
conocimiento, el pensamiento formado por el sujeto, en vista del objeto,
concuerde con el objeto. Pero esa concordancia del pensamiento con el objeto no
es criterio de la verdad, sino que es la definición de verdad.
Por
otro lado, cuando el conocimiento no concuerda con la cosa, no tenemos
conocimiento.
Ya
para finalizar, escribe que “hay que irse acostumbrando a no considerar la
coincidencia del pensamiento con el objeto sea criterio de la verdad; sino que
es la verdad misma, es en lo que consiste la verdad.”
Finalmente
pasamos al último texto, “La historia y la verdad. Las cuatro relaciones del
conocimiento” de Nicol Eduardo, con el que de alguna u otra manera damos cierre
al análisis presentado sobre el conocimiento, el pensamiento y la verdad.
En
este trabajo de entrada podemos leer que escribe que el auténtico saber es un
pensar, es una acción que lleva a cabo el sujeto sobre la base de sus
aprehensiones inmediatas de los objetos y con la cual trata de figurarse la
interdependencia de esos objetos y no sólo su mera presencia.
Se
aspira entonces a dar razón de las cosas y para esto hay que averiguar su
causa.
Con
su opinión el sujeto marca la diferencia que lo separa de los demás. Así, el
querer “tener razón”, que es la actitud del que opina, es lo contrario del “dar
razón”, en el cual son las realidades las que se imponen a las convicciones.
La
ciencia viene a ser entonces una nueva forma de vinculación humana, la
institución de una comunidad de pensamiento fundada en la razón. Mientras que
la objetividad, como requerimiento de toda ciencia, es una propiedad del
pensamiento, no de la percepción.
Se
pueden leer las siguientes afirmaciones que ayudan al entendimiento de la
propuesta: El conocimiento primario es aprehensión del objeto. El método de la
ciencia es lo que permite eliminar las opiniones irracionales que se montan
sobre las evidencias primarias. El pensamiento es logos, es una razón subjetiva
que trata de encontrar la razón del objetivo. Cuanto más complejo y depurado
sea el esquema formal de la lógica, mejor podrá servir para el trabajo
científico.
Luego
de esto afirma que la VERDAD no puede ser a la vez temporal e intemporal: si
expresa lo que el ser es, no puede mudar con el tiempo; si cambia con el
tiempo, no expresa fielmente el ser. Situación que nos mete en problemas a los
historiadores, tomando en cuenta que “la verdad” que se dice cambia
constantemente y depende de la subjetividad de quien la escriba.
Entonces,
la primera impresión es esta: si la verdad es relativa al tiempo, cada
situación tendrá su propia verdad, y no podrá haber entre una verdad cualquiera
y las siguientes ninguna conexión orgánica. Cada verdad será válida en y para
la situación que la produce, y quedará circunscrita en ella. Las circunstancias se imponen a la
verdad, pero nadie se impone a las circunstancias.
Pero
el autor alega que es un falso historicismo el de quienes afirman que la verdad
será siempre una expresión de quien la piense, será sólo un producto de su propia
vida, y reflejará primaria y directamente su situación vital. Esto sólo
producirá un reflejo de algo particular.
Así
que una filosofía historicista tiene que investigar justamente cómo se pasa de
una verdad a otra verdad, cuál es el nexo entre una época cualquiera y la época
nueva y distinta que le sucede. La auténtica perspectiva histórica abarca el
proceso no sólo la situación. Cada situación particular forma parte de una
Unidad de sentido. Y me parece que es justo éste el CONOCIMIENTO HISTÓRICO que aspiraríamos
generar como historiadores.
El
tema de la historia es la historia entera, no es tan sólo el presente
histórico, por mucho que éste importe vitalmente a cada cual. La ciencia es
superación del “punto de vista”. Por esto mismo es histórica.
Entonces,
el problema de la verdad y de la ciencia, suscitado por el hecho de la
historicidad se resolverá sólo hasta que se consideren las 4 relaciones
constitutivas del pensamiento: epistemológica, lógica, histórica y dialógica.
La
última pensando en que el pensamiento es logos, pensando en logos como sentido
de razón y palabra. Todo logos es dialógico e implica siempre a la vez una
intención comunicativa y un contenido significativo, expresado a través de
ciertos símbolos.
Luego,
la expresión no es incompatible con la verdad. Por el contrario: sin expresión
no hay verdad. El camino de la ciencia se emprende desde la verdad y la verdad
es el reconocimiento del ser. La verdad es la manifestación del ser.
La
conceptuación es el producto de un pensamiento relacionante y discursivo. El
concepto se forma en una relación con otros objetos que definen o delimitan el
campo de la significación. Objetivar el objeto es identificarlo.
Lo
simbólico es la comunicación. El símbolo es significativo porque es expresivo.
El concepto es simbólico y comunicante, es la representación intelectual del
objeto. Es representación del objeto y creación del sujeto.
Se
utiliza después el esquema de la pirámide para comprender el hecho de la
historicidad de toda la ciencia, esto para aclarar, usarla de ejemplo y afirmar
que la verdad de la ley es verdadera y es histórica.
Y
para definir aún más determinantemente la verdad escribe de ella que es:
expresiva, se produce con el logos: con razón simbólica, obra de pensamiento y
de expresión verbal, presenta a la vez una intención comunicativa y un
contenido significativo. Logra hacer patente una realidad. Toda verdad
discursiva es una pretensión de verdad.
Finalmente,
todo este análisis demuestra que el hombre es histórico en su ser mismo.
BIBLIOGRAFÍA
Dancy, Jonathan, Introducción a la epistemología contemporánea, Traducción de José Luis Prades Celma, Madrid, Tecnos, 2007, 291p. Capítulo 2 Conocimiento pp. 39-54.
Dancy, Jonathan, Introducción a la epistemología contemporánea, Traducción de José Luis Prades Celma, Madrid, Tecnos, 2007, 291p. Capítulo 2 Conocimiento pp. 39-54.
García Morente, Manuel, Lecciones Preliminares de
Filosofía. XIII Ed. México, Editorial Porrúa, 1992. 302p. (“Sepan
Cuántos...” Núm. 164). Lección XI “Fenomenología del Conocimiento” pp. 125-134.
Nicol, Eduardo, Los Principios de la Ciencia, México,
Fondo de Cultura Económica, 1965. 510 pp. (Sección de Obras de Filosofía).
Capítulo segundo. “La Historia y la Verdad. Las cuatro relaciones del
conocimiento”. pp. 42-93.
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