Historias
para Armar la Historia
Ramsés
Ancira
Aunque Andrés Manuel
López Obrador quisiera ser, como la metáfora de Salvador Díaz Mirón, del “tipo
de plumajes que cruzan el plumaje y no se manchan” su plumaje no es de esos;
por el contrario, su estilo personal de comunicar lo convierte, como apodaron
al torero Lorenzo Garza, en “Ave de tempestades”, y no solo por las tormentas
que inundaron gran parte de las colonias populares de Tabasco.
Como la metáfora evangélica,
al presidente no se le da la característica de la tibieza, a los ojos del
público, sobre todo de los que publican en redes sociales, es frío o es
caliente. Para sus admiradores es “la esperanza de México”; para los que lo
odian es el jefe de una banda de 4treros.
Cuando Enrique Krauze lo
calificó como “Mesías Tropical”, la metáfora provocó indignación, pero en el
2020 la profecía del historiador se ha hecho cada vez más exacta. López Obrador
es todavía para una mayoría, el Salvador de México, para otros, el país solo se
salvará si lo crucifican.
Andrés Manuel ya es un
personaje de la historia de México y en gran parte de la historia mundial. No
puede haber un removedor de estructuras, el líder de un cambio de paradigma,
que no sea objeto de polarización. John F. Kennedy fue asesinado porque a
juicio de la mafia italiana no había defendido sus intereses en Cuba; por haber
votado la Ley de los Derechos Civiles que otorgó a los afroamericanos el
derecho al sufragio, por no pertenecer a la mayoría blanca, anglosajona y
protestante que controlaba el país; por haber retirado tropas de Vietnam.
Martin Luther King y
Malcom X, por defender la igualdad de los afroamericanos, Mahatma Gandhi por su
participación en un conflicto que terminó con la división de la India, para los
indios, y Paquistán para los musulmanes.
La tradición en México ha
sido empezar a criticar a los presidentes de México en los dos últimos años de
su mandato, cuando se prepara la sucesión presidencial, a Andrés Manuel López
Obrador lo han golpeado mediáticamente desde hace más de 20 años, cuando
Vicente Fox le quiso armar una trampa legaloide, acusándolo se haber abierto al
público una calle de Santa Fe que “pertenecía” a un hospital privado.
López Obrador no es el
presidente más criticado en la historia, de hecho, en comparación con Donald
Trump o Francisco I. Madero, proporcionalmente, ha sido menos cuestionado que
defendido durante su periodo presidencial.
Lo que es cierto es que,
sí ha sido el político más vapuleado durante más tiempo, más de 20 años, desde
que el publicista español Antonio Solá produjo comerciales que lo tachaban como
un peligro para México y la derecha más radical espantaba con el “petate del
muerto” del Chavismo.
En ambos extremos, el de
los “Amlovers” y en el de sus odiadores, hay intolerancia radical, criticar sus
fallas y las de su gabinete, así sea con argumentos legítimos y de sentido
común se convierte en un anatema por el que te colocarán en el infierno de las
redes sociales.
Cuando Andrés Manuel
López Obrador dijo que la epidemia del COVID 19 le caía “como anillo al dedo” a
la cuarta transformación fue un error de sensibilidad; pero cuando lo repite
Irma Eréndira Salazar, 100 mil muertos y un millón de contagiados después; un
día antes de la muerte, presuntamente por el mismo virus, de Beatriz López Obrador, hermana del
presidente, se convierte en una declaración rastrera, advenediza, y
completamente ajena a la ética, al hacer política sobre los cadáveres, mayormente
incinerados, de las víctimas.
En el otro extremo,
cuando Carlos Loret de Mola, Aguilar Camín, Jorge Castañeda, Leo Zuckerman,
Amparo Cazar y docenas más, repiten exactamente las mismas críticas: ejemplarmente que AMLO debió felicitar al
candidato Joe Biden, antes de que el Colegio Electoral en Estados Unidos de una
resolución definitiva, no están haciendo análisis, mucho menos periodismo, que
por definición requieren de equilibrio, sino una vulgar campaña partidista y
peor aún, sumamente clasista.
Cuando estos y otros
escritores y comunicadores, algunos de los cuales avalaron a Genaro García
Luna, igual que lo hizo Gilberto Lozano del Frente Anti López Obrador (FRENAA),
y argumentan que no reconoció a Juan Guaidó en Venezuela, pero si a Evo Morales
en Bolivia, están dividiendo intencionalmente y de muy mala fe al país.
Quizá lo más patético de
estos ataques es que desde hace 20 años utilizan el fantasma del miedo al
comunismo, de que los ricos perderán sus riquezas; de que el endeudamiento es
la única y la última salida; de que los estados mexicanos privilegiados por sus
riquezas naturales, industriales y comerciales por su frontera con Estados
Unidos, deben tener más participaciones federales, mientras que los estados del
sureste deben seguir en el cabús, en el último vagón del tren del crecimiento.
Y si critican a López
Obrador por organizar desde un helicóptero las operaciones de desagüe en
Tabasco, no dicen que esta entidad tiene el mayor desempleo del país con una
tasa de desocupación del 6.2 por ciento; pero que gracias a la construcción del
Tren Maya se generarán 89 mil empleos, desde ayudantes generales hasta técnicos
en topografía, con salarios que van desde los seis mil pesos para quienes
tienen estudios de primaria, hasta los 23 mil para los ingenieros. Tampoco
dicen que es una de las obras más importantes del planeta después de la
pandemia del Covid.
Le regatean al presidente
que el peso es una de las monedas que más se aprecian ante el dólar o que la
gasolina se haya mantenido por debajo de los 20 pesos por litro; que los
teatros de Bellas Artes ofrecen producciones de la más alta calidad mundial,
con un costo de entrada, los jueves, de 30 pesos, menos que los cines más
baratos del país.
No dicen que, de los 12
millones de empleos perdidos durante la pandemia, casi dos terceras partes, 7.8
millones, se habían recuperado para agosto, según los datos del Instituto
Nacional de Geografía y Estadística
He dicho, y no me cansaré
de recordarlo que, durante la Invasión de 1847, el gobierno de Zacatecas, que
era uno de los mejor armados del país se negó a aportar hombres suficientes
para la defensa de la Nación. Ellos hubieran podido hacer la diferencia en la
pérdida de más de dos millones de kilómetros cuadrados.
Si vamos a instalarnos en
el maniqueísmo de que todo en López Obrador es puro y santo, o en el otro
extremo, que es un demonio que va a acabar con todo, sería mejor optar por lo
primero para que el país no se convierta en botín de guerra para los grandes
capitales extranjeros.
Afortunadamente ni la
vida, ni la economía son en blanco y negro, hay miles de tonalidades
intermedias y hay que intentar mantener el equilibrio.
Bitácora suplementaria
La cuarta transformación
no ha llegado al poder judicial en México, muchos culpables fabricados durante
las administraciones de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, siguen en la
cárcel a pesar de que en algunos casos la Organización de Naciones Unidas ya
encontró elementos suficientes para exonerarlos.
Desde el año 2015 el
profesor de economía Humbertus Pérez Espinoza del Frente Mexicano en Defensa
para una Vivienda Digna se encuentra en prisión preventiva (mientras se
averigua si es culpable o no) incriminado en delitos no probados, por empresas
fraccionadoras del Estado de México.
El artículo 111 de la
Organización de Naciones Unidas que establece la presunción de inocencia
mientras no se demuestre la culpabilidad, es letra muerta en la Cuarta
Transformación. Así es para Brenda Quevedo Cruz, que se mantiene presa después
de que el grupo de trabajo sobre la detención arbitraria de la ONU, recomendó
liberarla.
Es el mismo caso de
George Khoury Layón, dos veces absuelto y vuelto a encarcelar. En 2017 el Grupo
de Trabajo sobre Detención Arbitraria de Naciones Unidas exigió su liberación
inmediata y la reparación del daño. Ni en el último año de Enrique Peña Nieto
ni en los dos primeros años de López Obrador se atendió la recomendación del
organismo internacional.
Y lo mismo con el capitán
de infantería y experto en Inteligencia Militar, Vladimir Ilich Malagón Rendón,
quien está preso desde hace once años por denunciar los nexos del Ejército
Mexicano y del ex secretario del trabajo Javier Lozano Alarcón con el Cártel de
Sinaloa. Este último, fue señalado de extorsión por Zhenli Ye Gon, por haberlo
amenazado con la frase “Copelas o cuello” (sic en “chino español”)
También sin pruebas, ni
acusadores, pero “mientras se averigua”, está preso el capitán José Martínez
Crespo, quien sin autorización superior hizo un recorrido por las cárceles de
Iguala y alcanzó a ver vivos a varios estudiantes de Ayotzinapa cuando estaban
presos por la policía municipal.
Así, en materia de
fabricación y mantención en la cárcel de culpables fabricados, de Peña Nieto a
López Obrador, sí son la misma cosa.
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